Cuento de Navidad, La Rana Lucy y el Grillo Guillermo
Cuento de Navidad para niños, La Rana Lucy y el Grillo Guillermo
CaÃa la noche y un gran manto de nieve, cubrÃa el parque. Un parque tranquilo, donde el ruido dormÃa y sólo los murmullos de los animalitos se escuchaban en la oscuridad.Tras la ventana de una casita hecha de hojas vivÃa la rana Lucy, era una ranita muy alegre, con grandes ojos y patitas cortas. Miraba embobada como los copos bajaban lentamente como si estuvieran bailando una danza.
En el parque también vivÃan otros animalitos, pero eran muy orgullosos y presumidos, sólo el grillo Guillermo querÃa de verdad a la ranita.
Era un grillo negro, muy negro, pero muy educado y elegante, tenÃa un bonito sombrero que sólo se ponÃa en las grandes ocasiones.
Llego el dÃa que todos esperaban, la fiesta de Navidad, la rana y el grillo, tenÃan muchos deseos de ver todos los adornos de la gran ciudad y pensaban acercarse a ver un gran Belén viviente que iban a colocar en la Plaza Central. Les gustaba mucho cantar villancicos. A veces se ponÃan un poquito tristes de estar tan solitos, pero enseguida recordaban dónde jugaban los niños, y disfrutaban de verlos correr y reir.¡Todas las penas se marchaban|.
Lucy y Guillermo se prepararon para ir a la ciudad. Lucy se puso su chaleco y su bufanda a cuadros y Guillermo su sombrero de copa.
Atravesaron el parque. Algunos animalitos se burlaron de ellos, diciendo:
¡Mirad que pintas llevan| ,¡ Se creen muy finos|.
Pero nuestros amigos no le dieron importancia y siguieron su camino. Al poco tiempo oyeron un gemido, se preguntaron: ¿Qué es eso?.
Cada vez lo oÃan más cerca. De pronto, descubrieron un pobre saltamontes que estaba aterido de frÃo.
¡Pobrecito, qué te pasa?. Dijo Lucy.
Estaba saltando y se me echó la noche encima, me quedé tan helado que no podiá moverme. Los animalitos me vieron pero ninguno me ayudó.
¡Ves Guillermo|. – Dijo Lucy. -Todos son muy orgullosos, pero no tienen corazón.
La ranita y el grillo, le prestarón sus ropas y le abrigaron, mimándolo para que entrara en calor.
El saltamontes agradecido, les dijo:
Conozco un lugar donde podeis pasar las mejores navidades de vuestra vida, además hay un Belén tan bonito que no se os olvidará nunca.
AllÃ, fueron los tres. Era cierto lo que les contó el saltamontes. En una cunita de paja, habÃa un niño tan bonito, y tenÃa una mirada tan dulce que a la ranita se le escapó una lágrima. Un buey y una mula le guardaban y San José y la Virgen MarÃa le velaban.
Se acercó a él, despacito, dando dos saltitos y le susurró al oÃdo:
Yo sé, que eres Jesusito, que amas mucho a los niños, yo también. Tal vez juntos podamos luchar para que siempre sean felices y no lloren.
¡No quiero que se odien| ¡creemos entre todos un mundo mejor|.
Sé que eres sólo un muñeco, y que los que me miran pensaran que soy una rana loquita, pero yo sé que me escuchas.
La ranita se dio la vuelta y de repente el grillo chilló:
¡Ranita, ranita , el niño te ha sonreÃdo|.
Era verdad, una gran sonrisa iluminaba la cara del niño Jesús. Tal vez el niño no sonrió, pero lo importante es que en nuestro corazón tengamos tanto deseo de amor como la ranita que nos haga creer hasta en lo que no es real.
Los amigos volvieron a casa, y esa fue la Navidad más feliz de su vida.
Fin
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